Los amateurs son para el sicario

El mundo del deporte nos ha dado siempre mucho laburo.
Sobran ejemplos de consagrados deportistas que, luego del retiro, caen en profundas depresiones al advertir que sólo se garcha cuando ingresa moneda en la caja.
Una de mis grandes frustraciones como rey mago es no haber podido (jamás) sacar del pozo a ningún deportista amateur.
Hace unos años, en un rapto de desesperación, vino Hugo Porta llorando desconsoladamente para que le de una mano. Maniobra fallida, lo metí de secretario de deportes imaginando un gran porvenir en la carrera política. Todos conocemos el fin de la historia.
Debo confesar que, bajo mi punto de vista, el deportista haciendo de político da muy De la Rua ( el caso Reutemann es otro claro ejemplo ).
Contrariamente al amateurismo, el deporte profesional (el balonpie principalmente) nos infla la currícula de casos exitosos. Tengo el personal orgullo (se me agranda el pecho y la foca cuando lo rememoro) de haber relanzado al estrellato nada más ni nada menos que al "matador" Mario Kempes. Ese muchacho nunca descansó. Gladiador dentro y fuera del campo de juego, inmediatamente después de su retiro vino a verme pidiendo consejo. "Che Baltazar, se me acaba la joda.¿ Se te ocurre algo para darle de comer al nene?, consultó el cordobes anticipándose a la desgracia. De inmediato me reuní con mis colegas reyes y, rápidamente, determinamos que el lugar perfecto para que "el matador" no pierda el instinto goleador era la caja boba.
El lugar común nos enseña que la vida del deportista es corta. Machismo de lado, peor aún es la vida de "la" deportista. Me viene a la mente la gloriosa Gabriela Sabatini. Siempre me gustó esa chica, muy parecida al actor de Karate Kid. Pero mejor interrumpo el relato porque, como me dice un amigo español, me estoy poniendo un poco "morcillón".